viernes, 30 de octubre de 2009

La ley de probabilidades: “Queda resuelto el dilema de la vida mas allá de la muerte”

Cada día nace cierta cantidad de seres humanos y mueren -en menor cantidad- varias personas. De los que mueren algunos trascienden y otros nada o casi nada. Este ciclo se repite constantemente, pero aún queda una duda: ¿para que vive el ser humano? ¿Dónde acaba la existencia? ¿Todo queda en el plano material? O, ¿hay vida después de la muerte? Sin duda las personas tienen dos posiciones respecto al tema: “todo acaba con la muerte”, dirán algunos; “hay vida después de la muerte”, otros. Lo que aquí pretendemos es responder a: ¿Cuál es la posición verdadera -o la más adecuada- de acuerdo a nuestra realidad?

En este instante mientras redactamos el ensayo, tratamos de buscar la respuesta a las preguntas y otra pregunta se nos viene a la mente: ¿porque debemos escribir? , mientras pensamos otros bailan, juegan, hacen los mismo, etc. Con infinidades de acciones que se pueden desarrollar, nosotros estamos aquí ¿Por qué?; aun persiste la pregunta base, pero se hace más clara la respuesta. “el ser humano vive para alcanzar la felicidad”, la felicidad es el fin último del hombre, se equipara a una meta de largo plazo –a un proyecto de vida– lo que implica que solo es posible llegar a ella mediante la consecutiva realización de actos libres[1].
Todos vivimos para ser felices, la felicidad trasciende el placer y lo material. La felicidad, no la mal entendida –como aquella que se confunde con el placer- si no, la correctamente entendida, no se puede alcanzar en la vida terrena –la única que conocemos por ahora- Sin embargo a este planteamiento, algunos dirán: “hay personas que han muerto habiendo alcanzado la felicidad, tenemos a la madre Teresa de Calcuta, Sócrates”, pero ¡no es cierto!, cuando hablamos de felicidad no referimos a ésta como absoluto, absuelta de todo rasgo corruptor de la materia, lo que es imposible lograr mientras poseamos el cuerpo –muestra de que somos también seres regidos por las leyes de la naturaleza- La felicidad en la que murieron ciertos personajes ilustres es una “felicidad previa” a la “felicidad verdadera o absoluta”, podría equipararse a la “esperanza” , por saber lograran alcanzarla en otro plano, conclusión deducida mediante la razón o la fe.

Por lo expuesto anteriormente, sabemos que la existencia de la persona, no acaba con la muerte de la dimensión material sino que continua en un plano distinto:

“Sin duda, es imposible imaginar el estado del alma humana separada del cuerpo, porque nuestra imaginación necesita datos sensibles que, en este caso, no poseemos. Pero, por el mismo motivo, no podemos imaginar a Dios, y esto no afecta en absoluto a su realidad: tenemos la capacidad de conocer las realidades espirituales, remontándonos por encima de las condiciones materiales” [2]
Del texto extraemos dos conceptos: “relatividad” y “Dios”; el primero, inherente a toda la vida humana, es la causa del limitado conocimiento que poseemos, aun cuando los científicos “logren crear humanos” ¿Dónde estará el alma de los clones? ¿Acaso, existirá?

“Todas las ciencias y las artes se ordenan a una sola causa, la perfección del ser humano, que es su felicidad”[3], se puede crear hombres perfectos pero ¿para qué? La respuesta es clara: para que el creador demuestre el constante perfeccionamiento de su intelecto y con esto conseguir una seudo - felicidad; y con respecto al ser creado todo es incierto. No rechazamos los avances científicos ¡que sigan!, pero recordando: la felicidad se consigue con la realización de actos libres, cada acto que realizamos forma parte de un gran tejido que nos guiara a ella, el acto libre es situado, aun lo que respecta al ser creado es incierto…

¡Y Dios!, es inevitable pensar en el plano espiritual sin traer la idea de Dios[4] a la discusión, y también la idea del alma “inmortal”, que separada del cuerpo en “potencia” lograra alcanzar la felicidad, cobra vital importancia. La idea de Dios puede resultar contraproducente, pero hay que tener en cuenta que es un concepto de primer rango, por lo tanto debe ser causa sui, a lo superior no le es lícito provenir de lo inferior, no le es licito provenir de nada.

Entonces ahora sabemos que Dios es absoluto y la persona, relativa. Queda clara la deducción, es imposible que la persona logre entender la idea de Dios. ¿Por qué? ¡Por culpa de los sentidos! Santo Tomas de Aquino dijo que el hombre en esta vida, nunca lograra conocer a Dios, por que cuando el intelecto trata de conocer a Dios pasa lo mismo que cuando el hombre trata de acercarse al sol, mientras más nos acercamos, se hace más difícil llegar porque ¡el cuerpo no resiste el calor!

Todo parece claro: la felicidad no se alcanza en esta vida, logra alcanzarla el alma, en un plano distinto en comunión con Dios, sin embargo existe esta tesis:

“Las razones por la que “este” mundo ha sido calificado de aparente fundamentan, antes bien, su realidad, otra especie distinta de la realidad es indemostrable.
Inventar fabulas acerca de “otro” mundo distinto a este no tiene sentido, presuponiendo que domine en nosotros un instinto de calumnia, de empequeñecimiento, de recelo contra la vida: en este último caso tomamos venganza contra la vida con la fantasmagoría de “otra” vida distinta a esta, “mejor” que esta.
El mundo verdadero ¿inasequible? En todo caso, inalcansado. Y en cuanto inalcansado, también desconocido. Por consiguiente, tampoco consolador, redentor, obligante: ¿a que puede obligarnos algo desconocido?...”
[5]

Con esto retornamos al comienzo de nuestro análisis, pero seguimos por otra ruta, “la única vida es la que conocemos, la material, la corpórea”, por tanto aquí alcanzaremos la felicidad ¿Cómo?, si en esta vida las personas no siempre encuentran recompensa adecuada a la trayectoria moral que han llevado. En todo caso ¿para qué sirve la moral? ¿Para qué, el bien? ¿Para qué vivir? Da lo mismo llevar una vida virtuosa que una inmoral; porque el tormento que causa la segunda inevitablemente será borrado con la muerte. Por consiguiente da lo mismo vivir que morir, si el fin último del hombre no se alcanza en el plano material, no vale la pena nada por lo que se vive.

Consecuentemente puede pensarse que cada ser humano “único e irrepetible” es capaz de producir “actos únicos e irrepetibles”, si no los produce, dichos aportes jamás habrán existido y tampoco existirán, limitando –o retrocediendo- el desarrollo –o perfección- humana... Y nuevamente todo deja de tener sentido, cuando pensamos que la vida acaba con la muerte y “los aportes”, cuando inevitablemente se degrade el universo. Entonces nos damos cuenta que por este camino no avanzamos, porque aun tenemos la pregunta ¿para qué vivir, si todo acaba con la muerte?

“Porque mientras a causa de su diversa constitución ontológica, el individuo no personal es un “momento” en una línea, una parte de un todo, un evento pasajero del disponerse de la materia, la persona es en sí, no es parte de un todo, es un sujeto eterno” [6]

La razón nos hace superiores a los seres no personales, y a los escépticos –los menos iluminados- los ayuda a elegir entre dos opciones la que mejor conviene.

Ahora hay que discernir –ya quedo claro que con el pensamiento nihilista no se puede avanzar mucho, pero eso no es racionalmente valido para fundamentar este trabajo- entre dos posibilidades, apelando a lo que es razonable –o más conveniente- creer.

Suposición Primera:


Imaginemos que una persona cree que “hay vida después de la muerte”, llevara una vida virtuosa –o no virtuosa, si lo decide- para lograr la felicidad; pasado cierto tiempo muere. Analicemos el caso, hay dos posibilidades que se pueden dar y de las cuales no tenemos conocimiento hasta que muramos:

1. “Hay vida después de la muerte”, la persona llevo una vida virtuosa, entonces alcanzara la felicidad, eso sin contar con el placer –por decirlo de algún modo- de haber vivido en lo cierto.

2. “No hay vida después de la muerte”, la persona ya murió, por lo tanto ya no hay ser, ni alma, ni nada; ni siquiera sabrá que llevo una vida llena de mentiras, tampoco será infeliz. Todo acabo.

Anotemos: de dos posibilidades las dos se ganan (de algún modo).

Suposición Segunda:


Ahora imaginemos que la persona vive pensando que no hay vida después de la muerte, el ser humano llevara una vida inmoral –o virtuosa, si lo desea- para lograr satisfacer el ego, o lograr la felicidad que nunca alcanzara, pero a la que tratara de aproximarse. Muere el ser humano, y nuevamente analizamos el caso:

1. “Hay vida después de la muerte” ¡decepción! , el ser humano llevó una vida llena de mentiras, mentiras provocadas por negar el mundo construido por mentiras –a su parecer- es la primera muestra de infelicidad, de pérdida.

2. “No hay vida después de la muerte”, muere el ser humano, no sabrá que acertó en su enfoque sobre la vida, al final eso no importa ya. ¡esta muerto!

De dos posibilidades, una se gana sin saber que se ganara; y la otra, se pierde.

De las dos opciones (suposiciones) que tenemos por adoptar: en una se gana de todas maneras y en la otra existe la posibilidad de perder. Vuelve la pregunta: ¿Cuál es la postura más adecuada? Sin duda, “hay vida después de la muerte”, entonces recapitulemos sobre la postura valida:
El fin último de la persona[7] –unidad de cuerpo y espíritu- es la felicidad, felicidad que se logra haciendo uso de las facultades del alma a través de diversos actos libres en caminados a ella. Con la inteligencia descubrimos que la felicidad trasciende lo material y no se alcanzara en la vida corpórea, un ejemplo claro es la no recompensa de las personas que han llevado una vida virtuosa en el mundo corpóreo; dicha felicidad se logra cuando el alma pasa al plano espiritual. Aquí nacen los conceptos de Dios y alma (que no son motivo de análisis para este estudio). Pero queda aun una interrogante ¿para qué sirve la vida terrena?
“Nadie está a salvo del dolor, pues es parte de nuestra condición humana, temporal, quebrantable, y solo quien ha sufrido puede crecer y madurar en el sentido de su vida, así como conocerse a sí mismo”
La persona se purifica con el dolor que solo puede ser percibido y aprehendido de manera perfecta por el cuerpo sensible, para luego estar listo a ir al próximo plano. Finalmente con las leyes de probabilidades resulta razonable creer en: “la vida después de la muerte” y nadie –ni los escépticos- desearían renunciar a su naturaleza humana, renunciando a lo razonable de la elección ¿y usted, estimado lector, sí?



[1] Un acto libre debe ser moralmente bueno, la verdadera libertad consiste en reconocer que esta es relativa y situada; es decir, deja de ser acto libre cuando se vulnera la libertad de otra persona.
[2] Tomado del seminario del 15 de noviembre del 2005, de Mariano Artigas: “La espiritualidad del ser humano”
[3] Santo Tomas de Aquino, en la Suma teológica.
[4] No está en discusión cual es el verdadero Dios, solo planteamos el concepto por ser necesario para darle base a la tesis.
[5] Friedrich Wilhelm Nietzsche: El crepúsculo de los ídolos.
[6] Tomas Melendo: las dimensiones de la persona.
[7] Recalcamos que no depende intrínseca y substancialmente de la materia, no se ve disminuido por lo que aflige a lo estricta y exclusivamente corpóreo.

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